El aumento de la temperatura del aire y del océano en todo el mundo puede estar preparando el terreno para una temporada explosiva de huracanes en el Atlántico Norte. En febrero, la temperatura global de la superficie terrestre y oceánica fue 1.40 °C superior a la media del siglo XX de 12.1 °C, lo que lo convierte en el febrero más cálido de los 175 años de registros climáticos globales de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA).
La temperatura media global de la superficie del mar más alta jamás registrada fue de 21.09 °C. Es una tendencia que está ganando velocidad, especialmente en el Ártico, donde las temperaturas se están calentando más rápidamente, haciendo que la región pierda el hielo de sus glaciares.
Las temperaturas del agua en el Atlántico Norte son mucho más altas de lo normal. En una zona del Atlántico conocida como la principal para el desarrollo de huracanes, las temperaturas de la superficie del mar están muy por encima de lo normal, 0.6 ºC más que en cualquier otro año registrado.
Aunque la temporada de huracanes transcurre oficialmente del 1 de junio al 30 de noviembre, según la NOAA, en algunas partes de este océano parece que ya estamos en medio de ella teniendo en cuenta los datos de temperatura marina. En una franja del océano donde “nacen” muchos ciclones, las temperaturas oceánicas en febrero fueron más parecidas a las que se dan normalmente en junio.
Esta situación tan inusual e inquietante hace temer otra temporada muy activa de huracanes en el Atlántico. Siete de las últimas ocho temporadas han registrado una actividad superior a la normal.
El año pasado, un calor igualmente inusual alimentó una temporada de tormentas bastante más activa de lo que la comunidad meteorológica había previsto, y ni siquiera con la presencia del patrón meteorológico de El Niño que se presento la pasada primavera, que tiende a inhibir la formación de ciclones en el Atlántico, la temporada fue tranquila.
La nueva temporada de huracanes podría traer un nuevo ingrediente este año, una creciente probabilidad de que un patrón de La Niña sustituya a El Niño
a finales de verano o principios de otoño. Esta es otra mala señal, ya que La Niña está asociada a patrones activos en el Atlántico tropical.Aún es demasiado pronto para saber si las altas temperaturas persistirán durante la temporada de huracanes o cuándo llegará La Niña, pero en conjunto, las tendencias señalan altas probabilidades de una temporada activa.
La pasada primavera, El Niño hizo presagiar una disminución de la actividad ciclónica en el Atlántico durante el verano y el otoño. Este patrón provoca cambios en la circulación atmosférica que, al otro lado del planeta, pueden dificultar la formación y el fortalecimiento de los ciclones tropicales.
Las zonas de altas presiones con aire descendente son más comunes sobre el Atlántico, y la cizalladura del viento, cuando la velocidad y la dirección del viento varían a diferentes altitudes, aumenta. Esto dificulta la formación de ciclones.
La NOAA había pronosticado una temporada de huracanes más tranquila, pero a medida que se desarrollaba El Niño y aparecía un calor inusual
mucho más allá de las zonas del Pacífico por las que se conoce este patrón meteorológico, obligó a cambiar el pronóstico.En agosto, quedó más claro que el calor del océano probablemente neutralizaría el típico efecto de El Niño en el Atlántico, y la NOAA actualizó sus previsiones. La temporada terminó con un 20% más de actividad que la media.
La Niña se produce cuando las corrientes en chorro onduladas cercanas al ecuador se desplazan hacia el norte, en dirección Norteamerica y Centroamérica, provocando el afloramiento en la superficie de aguas más frías de lo normal. Este fenómeno meteorológico provoca una menor cizalladura del viento en el océano Atlántico y suele contribuir a una temporada de huracanes más activa.
Si esta tendencia se mantiene en la próxima temporada de huracanes, podría significar un entorno favorable para que una mayor cantidad de ondas tropicales que salen desde África se conviertan en ciclones.
Esto debido a las temperaturas en superficie del océano tiendan a mantenerse altas, es la previsión de que en plena temporada de huracanes, de agosto a octubre, las precipitaciones serán superiores a lo normal en todo el Atlántico tropical.
La última es la previsión de la comunidad científica sobre el inicio de La Niña, que debilita la cizalladura del viento a gran altitud, uno de los principales ingredientes que favorece que las tormentas se organicen y fortalezcan.
Se espera que este patrón meteorológico alcance su punto crítico precisamente en plena temporada de huracanes. Esto, combinado con unas temperaturas oceánicas aún anormalmente altas que actúan como el combustible necesario para impulsar los huracanes, podría provocar una situación explosiva en la cuenca del Atlántico Norte.
Fuente: Meteored México
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